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martes, 28 de septiembre de 2010

la adoracion ACERCA AL TRONO DE DIOS


 

 
LA ADORACION ACERCA AL TRONO DE DIOS


1. Reflexión

Dios no tiene un trono como los hombres ni lo necesita. Es una forma de expresarnos humanamente intentando comprender de algún modo o de comprender mejor las realidades espirituales inaccesibles para la mente. Un trono sirve para que alguien se siente en él; pero Dios, que es espíritu, ni puede ser acogido por un espacio ni necesita sentarse en ningún trono. Como dice por medio de Isaías: “Los cielos son mi trono y la tierra el estrado de mis pies, Pues ¿qué casa vais a edificarme, o qué lugar para mi reposo?” (Is 66,1), Salomón, una vez terminada la construcción del templo de Jerusalén en honor del Dios de Israel, era consciente de esta realidad y le dice al Señor: “Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta Casa que yo te he construido!” (1 R 7,27). La expresión ‘trono de Dios’, tanto si la vemos usada por Dios como por el hombre en la Palabra revelada, nos sirve como fórmula de expresión de Dios en su majestad, en su autoridad, en su poder o en su gloria.

Isaías tuvo una revelación en la que vio “al Señor sentado en un trono excelso y elevado, y sus haldas llenaban el templo. Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él; cada uno tenía seis alas: con un par se cubrían la faz, con otro par se cubrían los pies, y con el otro par aleteaban, Y se gritaban el uno al otro: ‘Santo, santo, santo, el Señor Dios de los ejércitos: llena está toda la tierra de su gloria” (Is 6,1-3). La adoración a Dios y la proclamación de su santidad giran alrededor de un trono, supuestamente ocupado por aquel que manifiesta su gloria y a quien va dirigida la adoración. De modo semejante, cuando Jesús anuncia la parusía, usa la imagen del trono y hace referencia a su gloria: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria” (Mt 25,31).

En la carta a los Hebreos se hace también mención del trono en relación a Jesucristo. En primer lugar, y por orden de aparición, se nos habla de Jesucristo, Sumo Sacerdote que puede compadecerse de nuestras flaquezas y atenderlas desde su ‘trono de gracia’: “No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna” (Hb 4,15-16). En segundo lugar el trono se corresponde con su ministerio de Mediador de una nueva Alianza, único, excepcional y permanente: “Sumo Sacerdote tal, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos” (Hb 8,1), Y finalmente el ‘trono’ es el destino final del Hijo que “en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios” (Hb 12,2).

El ‘trono’ añade un significado de gloria compartida en el NT. No falta el culto: “No habrá ya maldición alguna; el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad y los siervos de Dios le darán culto. Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente” (Ap 22,4). Pero los adoradores serán copartícipes de la gloria del Cordero al que han servido y por el que han sufrido: “Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono“ (Ap 3,21). La adoración es culto a Dios en su santidad, su gloria, su majestad, su poder y autoridad... En definitiva culto a Dios en su máxima expresión, consideración o manifestación. No necesitamos tener visión de ningún trono, pero hemos de creer que, cuando nos acercamos a adorar a nuestro Dios, estamos ante su trono de gracia y empezamos a compartir el trono de nuestro Redentor desde la fe y la esperanza, si vivimos en él y en su victoria.
 
2. Palabra profética – Testimonios

• Durante la adoración: visión del Señor en su trono mientras un grupo de personas lo alaban y proclaman su gloria. Una inmensa multitud de ángeles acude desde diferentes lugares del Cielo y se postran delante del Señor del Trono. La alabanza es como un gran canto en el Cielo, que atrae a todos los seres para que se postren delante del Señor.

Palabra al corazón: Estáis contemplando mi gloria, la gloria que os he prometido. Os Llevo en mi corazón. Estáis sentados conmigo en el trono que el Padre me ha preparado”.

• Durante la adoración: visión de un grupo de adoradores participando en la adoración que hay en el cielo, todos postrados ante el trono de gloria.

Es tan grandiosa la gloria que se manifiesta, que el mundo se percibe como algo insignificante. Todo es nada ante su presencia.

Todo lo llena la gloria de Dios.
 
 

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