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martes, 28 de septiembre de 2010

la contemplación o las gracias místicas El las da a quién quiere, cómo quiere, cuándo quiere y dónde quiere...



ORACION CONTEMPLATIVA o CONTEMPLACION

En este tipo de oración el orante no razona, sino que trata de silenciar su cuerpo y su mente para estarse en silencio con Dios.

La oración de silencio o contemplativa ha sido descrita detalladamente en las obras de dos Doctores de la Iglesia: Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.

La búsqueda en nuestro interior o interiorización se fundamenta en un dato de fe: Dios nos inhabita, somos "templos del Espíritu Santo" (cf. 1 Cor 3, 16).

“Entra", dice Santa Teresa, porque tienes "al Emperador del cielo y de la tierra en tu casa... no ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí... Llamase recogimiento porque recoge el alma todas las potencias (voluntad, entendimiento, memoria) y se entra dentro de sí con su Dios".

La oración de silencio es un movimiento de interiorización, en la que el orante se entrega a Dios que habita en su interior.  Ya no razona acerca de Dios, sino que se queda a solas con Dios en el silencio, y Dios va haciendo en el alma su trabajo de Alfarero para ir moldeándola de acuerdo a Su Voluntad.

La contemplación consiste en ser atraído por el Señor, quedarse con El y dejarle que El actúe en el alma.

La contemplación, según Santo Tomás, es una anticipación de la Visión Beatífica.  Es vivir de manera incompleta y sólo por  un instante lo que Dios vive eternamente.

Sea la contemplación o sean gracias místicas  que pueden darse en este tipo de oración, son don de Dios.  Por ello, no pueden lograrse a base de técnicas.   Ni siquiera son fruto del esfuerzo que se ponga en la oración, sino que como don de Dios que son, El da a quién quiere, cómo quiere, cuándo quiere y dónde quiere.

A Santa Teresa se las daba por cantidad a Santa Teresita por poquitos.   Decía ella “por charquitos”.

Dios es libérrimo y se da a su gusto y decisión: un día puede darnos un regalo de contemplación y al día siguiente podemos sentir la oración totalmente insípida.  Dios es el imprevisible por naturaleza: no podemos prever lo que nos va a dar.  Casi siempre nos sorprende.

Buscar a Dios en la oración de silencio depende del orante.   Recibir el don de la contemplación depende de Dios.   Dice Santa. Teresa: “Es ya cosa sobrenatural... que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos".

Pero cuando deseamos ahondar un poco más en la adoración, el Espíritu Santo puede darnos un poco de consuelo, haciéndonos sentir su Amor, su consentimiento, sus gracias.

Es muy importante tener en  cuenta que las gracias místicas que puedan derivarse de este tipo de oración no son su verdadero fruto, ni siquiera son necesarias para obtener ese fruto.

En la contemplación somos instruidos por el Espíritu Santo de manera especial, en silencio, aún sin ver ni oír nada.  Si es Voluntad Divina, el Espíritu Santo puede regalarnos gracias especiales de visión o de escucha, hasta de olfato.  Pero las gracias verdaderamente importantes no están en esas experiencias sensoriales, que son consentimientos del Señor y que no son indispensables para avanzar en la oración.

El fruto verdadero de la oración (vocal, mental o contemplativa) es:

- ir descubriendo la Voluntad de Dios para nuestra vida.
- irnos haciendo dóciles a la Voluntad de Dios.
- llegar a que sea la Voluntad de Dios y no la propia la que rija nuestra vida: nuestra voluntad unida a la de Dios, o sea, la “unión de voluntades” de que habla Santa Teresa.

Un error común es creer que ésta, que es la oración más elevada, está reservada sólo para unas poquísimas almas escogidas, generalmente monjas o monjes de claustros y comunidades contemplativas.  Ese concepto le encanta al Enemigo, que no quiere que seamos verdaderos orantes.

La oración de silencio, de recogimiento, de contemplación es para todo aquél que desee buscarla.  Santa Teresa de Jesús dice que la oración contemplativa es la "Fuente de Agua Viva" que Jesús promete a la samaritana y que la promete para  "todo el que beba de esta agua no volverá a tener sed" (Jn 4, 13).  No dice el Señor que la dará a unos y a otros, no


“La Meditación, debe ser practicada en el tiempo apropiado, y no durante el tiempo de lectura. Yo creo que la mejor forma de meditar es la siguiente: Cuando por un acto de fe viva usted es puesto en la presencia de Dios, lea una verdad donde haya sustancia; pause gentilmente de ahí en adelante, no para emplear la razón, sino solo para fijar la mente; observando que el principal ejercicio debe ser siempre la presencia de Dios, y que el sujeto, por lo tanto, debe ser para detener la mente y no para ejercitarla en el razonamiento.

Entonces, permitamos una fe viviente inmediatamente presente en la parte más profunda de nuestra alma, producir un ferviente hundimiento en nosotros mismos, impidiendo que nuestros sentidos se dispersen. Esto sirve para liberarnos en primera instancia de numerosas distracciones, para alejarnos bien de objetos externos, y traernos más cerca de Dios, el cual sólo puede ser encontrado en nuestro centro más íntimo.

Por si no quedó claro se recomienda altamente el no uso de la razón. Aparta de ti toda reflexión, pues verás que te resulta difícil razonar cómo Dios te guía. Si te has empeñado en perseguir a la razón, puedes llegar a ser todo un experto en ello, y puedes llegar a convencerte a ti mismo de seguir tu propio camino. O peor, razonarás que estás siguiendo a Dios. En cambio, el cristiano debe vaciarse por completo, entendiéndose por ello, ser poseído por Dios totalmente: Debes entender y aceptar que el camino de la cruz - este camino de dejarte ser vaciado por completo - es un camino repleto de áridos desiertos … pero el que conduce a "verdaderos anticipos de cielo”

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