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jueves, 16 de septiembre de 2010

VIAJE DEL PAPA A INGLATERRA (BEATIFICACION DEL CARDENAL NEWMAN)



Los ingleses y la religión.

En un artículo de Civiltà Cattolica del 4 de enero de 1930, se afirma:"El inglés medio casi nunca piensa en el problema de la autoridad en su religión. Acepta la forma de enseñanza de la Iglesia anglicana, en la que se ha formado, sea anglocatólica, sea la divinidad y los hombres; los intelectuales (sacerdotes o doctores) habrían debido mantener este lazo por medio de los libros sagrados, pero tal forma de organización religiosa tiende a convertirse en racionalista e intelectualista (cfr. el protestantismo, que ha tenido esa línea de desarrollo) a diferencia del pueblo primitivo, que tendía a un misticismo propio, de unión con la divinidad por medio de los santos (el protestantismo no tiene ni puede tener santos ni milagros; la relación entre latitudinaria [en el s. XVII, anglicanismo tolerante y anticlerical], sea evangélica, y la sigue hasta el punto en que comienza a no satisfacer sus necesidades o entra en conflicto con su opinión personal. Por eso, al ser esencialmente honesto y sincero y al no querer profesar más que lo que realmente cree, descarta todo lo que no puede aceptar y se forma una religión personal propia". El escritor de Civiltà Cattolica continúa, probablemente parafraseando:

"El (el inglés medio) considera la religión como un asunto exclusivamente privado entre Dios y el alma, y en esa actitud es cauto en extremo, desconfiado y reacio a admitir la intervención de una autoridad, sea cual fuere. Por eso va creciendo el número de los que permiten que en su mente entre la duda: si verdaderamente los Evangelios son dignos de fe, si la religión cristiana es obligatoria para todo el mundo y si se puede conocer con certeza cual fue realmente la doctrina de Cristo. Duda, entonces, en admitir que Jesús fuese verdaderamente Dios". Y todavía agrega: "... La mayor de todas das dificultades para el retorno de los ingleses a la Iglesia Romana) es el amor a la independencia que existe en cada inglés. El no admite ninguna ingerencia, mucho menos en materia de religión y menos aún de parte de un extranjero. El instinto que le hace sentir que la independencia religiosa y la independencia nacional son inseparables, es innato y está profundamente arraigado en su alma. Piensa que Inglaterra no aceptará jamás una Iglesia gobernada por italianos".

AUDIENCIA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL DR. ROWAN WILLIAMS, ARZOBISPO DE CANTERBURY
Y PRIMADO DE LA COMUNIÓN ANGLICANA

Discurso del Santo Padre Benedicto XVI

Vuestra Gracia, queridos amigos: 

¡Gracia y paz a vosotros en el Señor Jesucristo! Vuestra visita aquí hoy nos recuerda la importante costumbre establecida por nuestros predecesores en las últimas décadas. También nos recuerda la muy larga historia de relaciones entre la Sede de Roma y la Sede de Canterbury, que comenzó cuando el Papa Gregorio Magno envió a san Agustín a la tierra de los anglosajones hace más de 1400 años. Me es grato darle hoy la bienvenida a usted y a la distinguida delegación que lo acompaña. Este no es nuestro primer encuentro. En efecto, hace año y medio agradecí su presencia, y la de otros representantes de la Comunión Anglicana, en el funeral del Papa Juan Pablo II y también en la inauguración de mi pontificado.

Vuestra visita a la Santa Sede coincide con el cuadragésimo aniversario de la visita del entonces Arzobispo de Canterbury, dr. Michael Ramsey, al Papa Pablo VI. Fue un encuentro lleno de grandes promesas, porque la Comunión Anglicana y la Iglesia católica dieron pasos para iniciar un diálogo sobre las cuestiones que se deben afrontar en la búsqueda de la plena unidad visible.

En nuestras relaciones de los últimos cuarenta años hay muchas cosas por las que debemos dar gracias. La labor realizada por la comisión de diálogo teológico ha sido fuente de aliento al hacer frente a cuestiones doctrinales que nos habían separado en el pasado. La amistad y las buenas relaciones que existen en muchos lugares entre anglicanos y católicos han ayudado a crear un nuevo contexto que ha alimentado y ha hecho progresar nuestro testimonio común del Evangelio de Jesucristo. Las visitas de los Arzobispos de Canterbury a la Santa Sede han servido para fortalecer estas relaciones y han desempeñado un papel importante al afrontar los obstáculos que nos separaban. Esta tradición ha contribuido a organizar un encuentro constructivo de los obispos anglicanos y católicos en Mississauga, Canadá, en mayo de 2000, en el que se acordó crear una comisión conjunta de obispos para discernir los medios adecuados que expresaran en la vida eclesial los progresos logrados. Por todo esto, damos gracias a Dios.

Sin embargo, en el contexto actual, y especialmente en el mundo occidental secularizado, hay muchas influencias y presiones negativas que afectan a los cristianos y a las comunidades cristianas. Durante los últimos tres años habéis hablado abiertamente de las tensiones y dificultades que acechan a la Comunión Anglicana y, por consiguiente, de la incertidumbre respecto al futuro de la Comunión misma. Los recientes cambios, especialmente por lo que concierne al ministerio ordenado y a algunas enseñanzas morales, no sólo han afectado a las relaciones internas de la Comunión Anglicana, sino también a las relaciones entre la Comunión Anglicana y la Iglesia católica. Creemos que esas cuestiones, sobre las que se discute actualmente dentro de la Comunión Anglicana, son de vital importancia para anunciar el Evangelio en su integridad, y que vuestras discusiones actuales influirán en el futuro de nuestras relaciones. Es de esperar que en vuestro discernimiento sigáis tomando muy en serio la obra del diálogo teológico, que ha alcanzado un grado notable de acuerdo sobre estas y otras importantes cuestiones teológicas. En estas deliberaciones os acompañamos con nuestra sentida oración. Abrigamos la ferviente esperanza de que la Comunión Anglicana siga fundamentándose en los Evangelios y en la Tradición apostólica, que son nuestro patrimonio común y la base de nuestra aspiración común a trabajar por la plena unidad visible.

El mundo necesita nuestro testimonio y la fuerza que brota de un anuncio indiviso del Evangelio. Los inmensos sufrimientos de la familia humana y las formas de injusticia que afectan negativamente a la vida de tantas personas son un llamamiento urgente a nuestro testimonio y servicio común.
Precisamente por esta razón, incluso en medio de las dificultades actuales, es importante continuar nuestro diálogo teológico. Espero que su visita ayude a encontrar en las circunstancias actuales caminos constructivos con vistas al futuro.

Que el Señor siga bendiciéndolo a usted y a su familia, y lo fortalezca en su ministerio en la Comunión Anglicana.

Discurso del Primado de la Comunión Anglicana

Santidad: 

Me es muy grato tener la oportunidad de saludarlo en esta ciudad que fue santificada, justo en los primeros tiempos de la era cristiana, por el ministerio de los apóstoles san Pedro y san Pablo, y en la cual muchos de vuestros predecesores han dado un hermoso testimonio del Evangelio transformador de nuestro Señor Jesucristo.

Al inicio de mi ministerio como Arzobispo de Canterbury visité a su muy amado y venerado predecesor el Papa Juan Pablo II, y le transmití el saludo de la familia anglicana de Iglesias, que en todo el mundo cuenta con unos ochenta millones de cristianos. Por su entrega a Cristo, el Papa Juan Pablo II ha sido inspiración para muchos en todo el mundo y, como usted sabe, conquistó un lugar especial en el corazón de tantos, más allá de la Iglesia católica romana, por la compasión y la firmeza que mostró con todos en su ministerio.

Al encontrarnos en esta ocasión, también recordamos y celebramos la visita de mi predecesor el Arzobispo Michael Ramsey al Papa Pablo VI hace cuarenta años, cuando aquel encuentro entre los líderes de las Iglesias anglicana y católica romana inició un proceso de reconciliación y fraternidad que ha continuado hasta hoy. El anillo que llevo hoy es el anillo episcopal que el Papa Pablo entregó al Arzobispo Michael; y esta cruz es regalo del Papa Juan Pablo II, símbolo de nuestro compromiso común de trabajar por la plena unidad visible de la familia cristiana.

Con ese mismo espíritu fraterno realizo esta visita, puesto que el camino de amistad que ellos comenzaron es el mismo que a mi parecer debemos continuar juntos. Me ha animado el modo en que, desde el comienzo mismo de su ministerio como Obispo de Roma, ha destacado usted la importancia del ecumenismo en su ministerio. Si queremos que la buena nueva de Jesucristo se proclame plenamente a un mundo necesitado, la reconciliación de todos los cristianos en la verdad y en el amor de Dios es un elemento vital para nuestro testimonio.

Digo esto consciente de que el camino hacia la unidad no es fácil y de que las discusiones sobre cómo aplicar el Evangelio a los desafíos planteados por la sociedad moderna a menudo pueden oscurecer o incluso amenazar los resultados del diálogo, el testimonio común y el servicio. En el mundo moderno, cualquier acción de algún miembro de la familia cristiana tiene un profundo impacto en nuestros interlocutores ecuménicos; sólo una sólida base de amistad en Cristo nos permitirá ser honrados al hablar unos con otros sobre estas dificultades y discernir el camino futuro para ser totalmente fieles a la misión que se nos ha confiado como discípulos de Cristo. Por tanto, vengo aquí hoy para celebrar la colaboración actual entre anglicanos y católicos romanos, pero también dispuesto a escuchar y comprender las preocupaciones que usted desee compartir conmigo.

Sin embargo, hay una tarea que tenemos encomendada ambos como pastores de la familia cristiana:  ser promotores de la reconciliación, de la justicia y del amor en este mundo, es decir, ser embajadores de Cristo, y confío en que un franco intercambio de nuestras preocupaciones haga que no se eclipse lo que podemos afirmar y proclamar juntos:  la esperanza de salvación fundada en la gracia y en el amor de Dios revelado en Cristo.

Declaración cojunta Catolica-Anglicana

Dr. Rowan Williams, arzobispo de Canterbury (anglicano) y Mons. Vincent Gerard Nichols, arzobispo de Westminster (católico)

El arzobispo de Westminster (católico), monseñor Vincent Gerard Nichols, y el primado de la Comunión Anglicana, doctor Rowan Williams, arzobispo de Canterbury, emitieron una declaración conjunta sobre la admisión de anglicanos en la Iglesia católica. El texto fue difundido por la agencia internacional Zenit, en una traducción propia del inglés.

La declaración

El anuncio de hoy de una constitución apostólica es una respuesta del papa Benedicto XVI a numerosas peticiones realizadas en los últimos años a la Santa Sede por grupos de anglicanos que desean ingresar en la comunión plena y visible con la Iglesia católica romana, y están dispuestos a declarar que comparten la fe católica común y aceptan el ministerio petrino como querido por Cristo para su Iglesia.
El papa Benedicto XVI aprobó, con la constitución apostólica, una estructura canónica que garantiza ordinariatos personales para permitir a antiguos anglicanos entrar en comunión plena con la Iglesia católica, preservando elementos del distintivo patrimonio espiritual anglicano.

El anuncio de esta constitución apostólica pone fin a un período de incertidumbre para dichos grupos que han abrigado esperanzas de nuevas formas de abrazar la unidad con la Iglesia católica. Corresponde ahora a quienes presentaron las peticiones a la Santa Sede responder a la constitución apostólica.
La constitución apostólica es un reconocimiento de las coincidencias en la fe, la doctrina y la espiritualidad entre la Iglesia católica y la tradición anglicana. Sin los diálogos de los últimos cuarenta años, este reconocimiento no hubiera sido posible, ni se habrían abrigado esperanzas de comunión plena y visible. En este sentido, esta constitución apostólica es una consecuencia del diálogo ecuménico entre la Iglesia católica y la Comunión Anglicana.

El diálogo en curso entre la Iglesia católica y la Comunión Anglicana pone las bases para nuestra continua cooperación. Los acuerdos entre la Comisión Internacional Anglicana Católico Romana (ARCIC) y la Comisión Internacional Anglicana Católico Romana para la Unidad y la Misión (IARCCUM) dejan claro el camino que seguiremos juntos.

Con la gracia de Dios y la oración, estamos determinados a que nuestro compromiso mutuo y consultas en estos y otros asuntos sigan fortaleciéndose. Localmente, en el espíritu de la IARCCUM, buscamos construir sobre el modelo de las reuniones compartidas entre la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales y la Cámara de Obispos de la Iglesia de Inglaterra, subrayado nuestra misión común. Los encuentros comunes de reflexión y oración comenzaron en Leeds en 2006, y continuaron en Lambeth en 2008, al tiempo que futuras reuniones están en preparación. Esta cooperación cercana continuará mientras crecemos juntos en la unidad y la misión, en testimonio del Evangelio en nuestropaís, y en toda la Iglesia.+

La santa cruz de Cristo

La piedad católica, movida por el Espíritu Santo, modeló a lo largo de los siglos diversas formas de devoción a aquello que representa, de manera especial, la Redención del género humano:
La Santa Cruz de Jesucristo.
"O crux ave, spes unica. Hoc passionis tempore. Piis ad auge gratiam. Veniam dona reisque."
"Salve Cruz, nuestra única esperanza. En esta época de sufrimiento concede la gracia y la misericordia a aquéllos que esperan el juicio."
La condenación a muerte por el suplicio de la cruz era una muerte ignominiosa, reservada para los ladrones y asesinos. Según nos relata Cícero, los romanos tenían dos maneras de eliminar a los criminales: una noble, la decapitación, y otra vergonzosa, que era la muerte por la cruz. Por tanto, Cristo murió de la manera más cruel, la muerte en la cruz.
En el suplicio de la cruz, el condenado, al ser clavado en la cruz, llegaba al máximo dolor, ya que al tener sus manos pegadas en la cruz, cada clavo le daba una descarga en los nervios, que hacían con que el condenado gritase de dolor. En la cruz el condenado perdía mucha sangre y, en general, moría de asfixia, después de muchas horas de sufrimiento y, si continuaba vivo, sus piernas era quebradas y, en este caso, la muerte era instantánea por asfixia. De hecho, en la cruz, la respiración es lenta y más 1.jpgcorta, porque el aire penetra los pulmones, pero no consigue fluir y al condenado le falta el aire, semejante a un asmático en plena crisis.
Pero estamos recordando estos hechos, para decir cómo fue cruel y dolorosa la muerte de Jesús en la Cruz. Sin embargo, según los Evangelios, Cristo resucitó y la cruz vacía comenzó a indicar para los cristianos una fuente de salvación y de resurrección.
Dice la historia que el día 27 de octubre del año 312 después de Cristo, dos ejércitos se enfrentaron en las puertas de Roma. El primero salió de los Muros Aurelianos para ubicarse a lo largo de las márgenes del Tiber, junto a Puente Milvio, comandado por Marco Aurélio Valério Massencio. El segundo, que descendió del Trier (en Alemania) rumbo a Roma, se ubicó a lo largo de la vía Flaminia, guiado por Flávio Valério Constantino. Los dos contendientes luchan por el título de Augusto de Occidente, uno de los cuatro cargos supremos, en Tetrarquía, el nuevo sistema de gobierno del Imperio, ideado por Diocleciano.
Cuando el sol comenzaba a salir, las tropas de Constantino ven repentinamente surgir en el cielo una gran señal luminosa, con una frase llameante: "In hoc signo vinces" "Con este signo vencerás".
Eusebio de Cesarea, el primer gran historiador de la Iglesia, recuerda el hecho con estas palabras: "Una señal extraordinaria apareció en el cielo. (...) Cuando el sol comenzaba a declinar, Constantino ve con sus propios ojos, en el cielo, más arriba del sol, el trofeo de una cruz de luz sobre la cual estaban trazadas las palabras IN HOC SIGNO VINCES. Fue tomado por un gran susto y junto a él, todo su ejército".
De hecho, Constantino venció y dio total libertad a los cristianos, hasta entonces perseguidos por el Imperio Romano. Con este hecho histórico, la Cruz de Cristo, antes venerada con respeto, pasó a ser símbolo de victoria, pues del leño de la cruz partió la salvación del mundo. Desde ahí que en la exaltación de la Santa Cruz y en el Viernes Santo de Pasión, la Iglesia canta, al presentar la cruz para que los fieles presten adoración a Cristo crucificado y muerto: "He aquí el leño de la cruz, de la cual pendió la salvación del mundo."
La cruz para el cristiano, no es símbolo de muerte, sino de vida. Ella es nuestra única esperanza. La cruz está siempre presente en la vida de la Iglesia y en la celebración de la Eucaristía, así como en el Bautismo y demás sacramentos. La señal de la cruz es un indicativo que la persona es cristiana y siempre la usamos al inicio de la Misa, con esta señal nosotros somos bendecidos y bendecimos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por lo tanto, exaltar la cruz es exaltar la muerte de Cristo y proclamar que Él esta vivo y por su sacrificio en la Cruz nos obtuvo la salvación.
Bendita y alabada sea la cruz bendita del Señor, símbolo de vida y de resurrección.

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1. En uno de los cuadros pintados por Velásquez, encontramos a Nuestro Señor clavado en una cruz simple, sin adornos, puesta 2.jpgsobre un fondo negro, simbolizando la profunda y lúgubre humillación a la que estuvo expuesta el Redentor. Él mismo está con la cabeza visiblemente caída, y parte de sus cabellos sobre el lado derecho de su cara, indicando que ya no tiene sangre, sin auxilio o protección alguna, entregado solamente en las manos de Dios. La escena nos sugiere el abandono: apenas hay dos ladrones crucificados a su lado, su Madre y un único discípulo presenciando su vergonzosa muerte. En pocas palabras, al ver esa figura nos viene a la mente cómo todo estaba aplastado, pisoteado y silenciado delante de su muerte.
Pero, ¿será que aquél que proclamó en la cruz: "Yo vencí al mundo!"
(Juan 16, 33) está irrevocablemente derrotado?
2. Analicemos, a continuación, una cruz procesional llevada en las solemnes Eucaristías de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, de los Heraldos del Evangelio, y hecha según las indicaciones de Mons. João Clá Dias. En ella, vemos a Nuestro Señor muerto y crucificado, como alguien que, como vimos arriba, pasó por terribles humillaciones. Sin embargo, nuestra mirada se detiene y fijamos los ojos en los vivos y elegantes colores rojo, blanco y dorado que componen esta cruz... Parecen invitarnos a contemplar a Aquél que está clavado en ella, pero que por eso cumplió lo que Él mismo profetizó: "cuando sea elevado de la tierra atraeré a Mí todas las cosas " (Juan 12, 32). Sin duda, está despojado de sus vestiduras y coronado de espinas, pero es "Rey de reyes y Señor de señores " (Ap 19, 16), y nos recuerda el esplendor que rodea esta cruz.
Fue de su sufrimiento que floreció todo lo bueno que existe y todo lo que existirá de bello y verdadero en la historia de la humanidad. Fue en el momento de la crucifixión que el Salvador frustró los planes de Satanás, compró para todo el genero humano la Redención y con gracias superabundantes, abrió a los hombres las puertas del Cielo.
3.jpg Todo esto que Él concedió como herencia para la humanidad, como fruto de su Preciosima Sangre, vale inmensamente más que cualquier piedra preciosa. Pero las que figuran en Jesús, representando sus llagas, ¿no simbolizaron esta maravilla, que Él aceptó por nosotros y para nuestra Salvación?
Recordando lo que la liturgia de la Iglesia reza en la misa de Exaltación de la Santa Cruz, "El que venciera en el árbol del paraíso, en el árbol de la cruz fue vencido", ¿no parece que esta cruz nos quiere recordar esta gloriosa victoria de Cristo?
Porque Él quiso utilizar la cruz como instrumento para la redención, ésta se tornó, de símbolo de ignominia que era en símbolo de todo lo que hay de más elevado, de más sagrado: en las catedrales, en las coronas, en las obras más importantes concebidas por el hombre, allí está la cruz resplandeciendo como el estandarte del triunfo del Hombre Dios, que alcanzó los más altos pináculos de victoria contra el demonio, el mundo y la carne con su ignominiosa muerte en un madero. Y bien puede simbolizar esto los adornos de esta cruz. (Cfr. Oliveira, Plinio Correa de. Revista Dr. Plinio, nº 138, septiembre de 2009, p. 4)
Al verla, tenemos la voluntad de rezar a semejanza del autor citado: "En vuestra cruz, humillado, comenzaste a reinar sobre la tierra. En la cruz comenzó vuestra gloria y no en la resurrección. Vuestra desnudez es un manto real. Vuestra corona de espinas es una diadema sin precio. Vuestras llagas son vuestro manto. ¡Oh Cristo Rey!, como es real consideraros en la cruz como un rey".
(Vía Sacra. Legionario Nº 558, 18 de abril de 1943).
Alessandro Schurig - 3º año de Teología
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Recordando con piedad los sufrimientos que por nuestra salvación padeció la Virgen María, recibimos de Dios grandes gracias y beneficios. Cumplimos con el precepto del Espíritu Santo:
"No te olvides de los gemidos de tu madre" (Ecl 7, 29).
Es imposible no sentir una profunda emoción al contemplar una imagen expresiva de la Madre Dolorosa y meditar estas palabras del Profeta Jeremías, que la piedad católica aplica a la Madre de Dios: "Oh todos que pasáis por el camino, parad y ved si hay dolor 4.jpgsemejante a mi dolor" (Lm 1, 12). A esta meditación nos invita la Liturgia del día 15 de este mes, dedicada a Nuestra Señora de los Dolores.
Antes de ser incorporados en la liturgia, los dolores de María Santísima fueron objeto particular de devoción.
Los primeros rastros de esta piadosa devoción se encuentran en los escritos de San Anselmo y muchos monjes benedictinos y cistercienses, habiendo nacido de la meditación de pasajes del Evangelio que nos muestran a la dulcísima Madre de Dios y a San Juan a los pies de la Cruz del divino Salvador.
Fue la compasión de la Virgen Inmaculada que alimentó la piedad de los fieles. Solamente en el siglo XIV, quizá en oposición a los cinco gozos de Nuestra Señora, fue que aparecieron los cinco dolores que cambiarían de episodios:
1. La profecía de Simeón
2. La pérdida de Jesús en Jerusalén
3. La prisión de Jesús
4. La pasión
5. La muerte
Después, este número pasó a ser de diez, incluso hasta quince, pero el número siete fue el que prevaleció. De ese modo, tenemos hoy en día las siete horas, una meditación de las penas de Nuestra Señora, durante la pasión de Nuestro Señor Jesucristo:
Maitines - La prisión y los ultrajes
Prima - Jesús delante de Pilatos
Tercia - La condenación
Sexta - La crucifixión
Nona - La muerte
Vísperas - El descendimiento de la cruz
Completas - El sepulcro
Las llamadas Siete Espadas se desenvuelven por circunstancias escogidas dentro de la vida de la Santísima Virgen:
Primera Espada: No es otra que la de la profecía de Simeón.
Segunda Espada: La masacre de los inocentes, por mandato de Herodes.
Tercera Espada: La pérdida de Jesús en Jerusalén, cuando el Salvador tenía doce años de edad, hecho hombre.
Cuarta Espada: La prisión de Jesús y los juzgamientos inicuos, por los que pasó.
Quinta Espada: Jesús clavado en la Cruz entre dos ladrones y su muerte.
Sexta Espada: El descenso de la Cruz.
Séptima Espada: Jesús es sepultado.
Las siete tristezas de Nuestra Señora son una serie un poco diferente:
1. La profecía de Simeón.
2. La fuga a Egipto.
3. La pérdida del Niño Jesús, después encontrado en el Templo.
4. La prisión y condenación.
5. La Crucifixión y muerte.
6. El descendimiento de la Cruz.
7. La tristeza de María, quedándose en la tierra después de la Ascensión.
5.jpgEste total de siete, que los simbolistas cristianos tanto aman, impuso la elección entre los episodios de la vida de la Santísima Virgen, por esto es que se explican ciertas diferencias. La serie que es más usada es la siguiente:
1. La profecía de Simeón
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un hombre justo y temía a Dios, esperando la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba en él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte, sin antes ver a Cristo (el ungido) el Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al Niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
- Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis ojos tu salvación. La que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.
Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre:
- Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción ¡y a tí misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones. (Lc. 2, 25-35).
2. La huída a Egipto
Entonces Herodes llamó en privado a los Magos, y les hizo precisar la fecha en que se les había aparecido la estrella; Después los envió a Belén y les dijo:
- Id allá y averiguad con diligencia acerca del Niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore.
Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el Niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al Niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo:
- Levántate y toma al Niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al Niño para matarlo.
Y él, despertando, tomó de noche al Niño y a su madre, y se fue a Egipto; y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo (Mt. 2. 7-15).
3. La pérdida de Jesús en Jerusalén
6.jpg Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el Niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles e interrogándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre:
- Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? He aquí que tu padre y yo te hemos buscado con angustia. Entonces él les dijo:
- ¿Por qué me buscábais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?
Pero ellos no entendieron las palabras con las que les habló (Lc. 2, 41-50).
4. El encuentro de Jesús en el camino del Calvario
Cuando era conducido, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús. Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo:
- Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí que vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos (Os. 10, 8): Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, en el seco, ¿qué no se hará? (Lc. 23, 26-31).
5. La crucifixión
Así que entonces (Pilato) lo entregó a ellos para que fuese crucificado.
Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron. Y Él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, en hebreo, Gólgota; allí le crucificaron, y con Él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS.
Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos:
- No escribas: Rey de los judíos; sino que él dijo: Soy Rey de los judíos.
Respondió Pilato:
- Lo escrito, escrito está.
Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí:
- No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será.
Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes (S. 21, 19). Y así lo hicieron los soldados.
Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre:
- Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo:
- He ahí a tu Madre.
Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.7.jpg
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese:
- Tengo sed.
Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo:
- Todo está consumado.
Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. (Juan 19, 16-30).
6. El descendimiento de la Cruz
Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo. Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Y bajándolo de la Cruz, lo envolvió en una sábana. (Lc 23, 50-53).
7. Jesús es dejado en el sepulcro
Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí, pues, por causa de la preparación de la Pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús. (Juan 19, 41-42).
En el siglo XV, el siglo en que comenzó como un gran destello la devoción a Nuestra Señora de los Siete Dolores, fue donde surgieron los más conmovedores testimonios de aquella devoción representados en el arte. Y los artistas, siempre en la búsqueda de episodios que tocaban la sensibilidad de los cristianos, terminaron por recordar, con predilección, lo que debe haber sido el momento más doloroso de nuestra Madre Bendita – el momento, conmovedor, en que, desclavado de la Cruz , el Salvador, inerte, se apoyaba sobre las puras rodillas de la Señora.

John Henry Newman


John Henry Newman
Cardenal diácono de San Jorge en Velabro

Venerable
Ordenación 30 de mayo de 1847
Proclamación 12 de mayo de 1879 por el Papa León XIII

Beatificación 19 de septiembre de 2010 por el Papa Benedicto XVI

Nacimiento 21 de febrero, 1801 en Londres,  Inglaterra
Fallecimiento 11 de agosto, 1890 en Birmingham,  Inglaterra
Alma Máter Trinity College de Oxford

Su lema: Cor ad cor loquitur  (De corazón a corazón hablemos)

John Henry Newman, C.O. (Londres, 21 de febrero de 1801 - Birmingham, 11 de agosto de 1890) fue un presbítero anglicano convertido al catolicismo en 1845, más tarde fue elevado a la dignidad de Cardenal por León XIII y en 1991 fue proclamado "Venerable".

En su juventud fue una importante figura del Movimiento de Oxford, el cual aspiraba a que la Iglesia de Inglaterra volviera a sus raíces católicas. Sus estudios históricos le llevaron a convertirse a la fe de la Iglesia Católica. Durante ambos períodos, tanto como anglicano como católico, Newman escribió importantes libros, entre ellos Vía Media, Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina Cristiana, Apología Pro Vita Sua, y Grammar of Assent. Sus restos se encuentran actualmente enterrados en el pequeño cementerio de Rednal, cerca de Birmingham, Oratorio de la casa de campo, pero está previsto que sean inhumados de nuevo en el Oratorio de Birmingham.

El 3 de julio de 2009 el Papa Benedicto XVI aprobó su beatificación. La ceremonia ha sido fijada para el 19 de septiembre de 2010. Tendrá lugar en el aeropuerto de Coventry y será presidida por el Papa Benedicto XVI en su primera visita a Gran bretaña.

 Familia

Cardenal Newman con 25 años. John Henry Newman nació en Londres. Era el primogénito de John Newman. (d. 1824), banquero, de la empresa de Ramsbottom, Newman y Co; su abuelo era un comerciante londinense, procedente del Cambridgeshire. La familia Newman se consideraba de origen holandés, y el propio apellido "Newmann" (con doble ene), en una generación anterior, podría sugerir un origen hebreo (judío), aunque NEWMANN es también una ortografía común entre calvinistas holandeses. Su madre, Jemima Fourdrinier (d. 1836) era de una familia de hugonotes, establecidos mucho tiempo atrás en Londres como grabadores y fabricantes de papel. John Henry fue el mayor de seis hijos.

El segundo hijo, Charles Robert, fue un hombre muy capaz, pero de muy mal temperamento, un ateo profeso y un recluso, murió en 1884. El hijo más joven, William Francis, fue durante muchos años profesor de latín en el University College de Londres. Dos de las tres hijas, Elizabeth y Harriett Jemima Charlotte, casaron a su vez con dos hermanos, Thomas y John Mozley, y Anne Mozley, una hija de este último, editó en 1892 «Newman's Anglican's Life and Correspondence», que fue encomendada por él mismo en 1885 con un autobiografía escrita en tercera persona para formar la base de una descripción de los primeros treinta años de su vida. La tercera hija, María Sofía, murió soltera en 1828.

Educación

A la edad de siete años, Newman fue enviado a una escuela privada conducida por el doctor Nicolás, en Ealing, en la misma que el padre de Thomas Henry Huxley enseñó matemáticas. Newman se distinguió por su diligencia y buena conducta, como también evidenció cierta timidez y marginación, pues no tomaban parte en los juegos escolares. Él mismo dijo haber sido «muy supersticioso» en estos primeros años. Tomó gran deleite por la lectura de la Biblia, y también por las novelas de Walter Scott, que entonces estaban en curso de publicación. Más tarde leyó algunas obras de escépticos como Paine, Hume, Voltaire y probablemente fue influenciado por sus ideas.

A la edad de quince años, durante su último año en la escuela, se «convirtió», un incidente del cual escribió en su Apología que «es más cierto que tener las manos o los pies»". Este incidente que marcó su vida ocurrió durante el otoño de 1816, cuando «cayó bajo la influencia de un determinado credo, y recibió en su intelecto "impresiones de dogma que, a través de la misericordia de Dios, nunca han sido borrados u oscurecidos» (Apología, parte 3). Salvado de la experiencia de una escuela pública, que podía ser muy dura en esa época, disfrutó de la vida escolar. Aparte de sus estudios académicos (en los cuales sobresalió), actuó obras de teatro en latín, tocaba el violín, ganó premios de oratoria y editó publicaciones periódicas, en la cuales escribió artículos en el estilo de Addison.

Su infancia feliz llegó a un abrupto final en marzo de 1816, cuando se dio un colapso financiero sobrevenido por las guerras napoleónicas y el Banco de su padre se vio obligado a cerrar. Su padre intentó sin éxito la gestión de una fábrica de cerveza en Alton, Hampshire, y Newman se quedó en la escuela durante las vacaciones de verano a causa de la crisis familiar.

El período comprendido entre principios de agosto, al 21 de diciembre de 1816, Newman siempre lo consideró como el punto de inflexión de su vida. Sólo en la escuela y conmocionado por el desastre familiar, cayó enfermo en agosto. Más tarde llegó a ver esta época como una de las tres grandes enfermedades providenciales de su vida, ya que fue en el otoño de 1816 que tuvo una conversión religiosa bajo la influencia de uno de sus maestros, el Rev. Walter Mayers, quien recientemente se había convertido del calvinismo al evangelismo. Hasta este momento, Newman ha tenido una crianza convencional en un hogar fiel a la Iglesia de Inglaterra, donde se hizo hincapié en la Biblia en lugar de dogmas o sacramentos, y en donde alguna especie de "entusiasmo" evangélico habría sido mal visto.

Su fe se identificó entonces como evangélica y calvinista y llegó a sostener que el Papa era el Anticristo. Fue matriculado el 4 de diciembre de 1816 en el Trinity College, en Oxford, para entrar como residente en junio del año siguiente, y en 1818 obtuvo una beca de £60, por los nueve años siguientes. Pero esta suma habría sido imposible para que permaneciera en la universidad, y en 1819 el banco de su padre suspendió el pago. En ese año se matriculó en el Lincoln's Inn. La ansiedad por obtener buenos resultados en los examenes finales produjo el resultado opuesto; fracasó y se graduó con apenas honores de tercera clase en 1821. Deseando a permanecer en Oxford, dio clases privadas y aplicó para una beca en Oriel, «el reconocido centro del intelectualismo en Oxford». Para su alivio y alegría fue elegido el 12 de abril de 1822. Edward Bouverie Pusey fue también elegido miembro de la misma sociedad en 1823.

Sacerdote anglicano

En la fiesta de la Santísima Trinidad, el domingo, 13 de junio de 1824, Newman fue ordenado presbítero de la Iglesia de Inglaterra, y diez días después predicó su primer sermón en la Iglesia de Worton, Oxfordshire, durante una visita a su antiguo maestro, el reverendo Walter Mayers. Se convirtió, a sugerencia de Pusey, en parroco de St. Clement, en Oxford. Aquí, durante dos años, estuvo activamente comprometido con el trabajo parroquial, pero también encontró tiempo para escribir artículos sobre «Apollonius of Tyana», «Ciceron» y «Miracles», para la Enciclopedia Metropolitana. En 1825, atendiendo la solicitud de Richard Whately, se convirtió en vice-director de St Alban's Hall, pero desempeñó este cargo un año solamente.

A su relación con Whately en esta época, Newman le atribuyó gran parte de su «desarrollo mental» y una conquista parcial de su timidez. Ayudó a Whately en su popular trabajo de lógica, y de él obtuvo su primera idea clara de la Iglesia cristiana. Su vínculo con él terminó en 1827, con ocasión de la reelección de Robert Peel como miembro del parlamento de la Universidad, elección a la cual Newman se opuso por motivos personales. En 1826 se convirtió en tutor de Oriel, y en el mismo año, Richard Hurrell Froude fue elegido becario, a quien Newman describe como «uno de los hombres más agudos, inteligentes y profundos que había conocido». Los dos formaron un alto ideal de la oficina tutorial como una oficina clerical y pastoral más que secular. En 1827 Newman era predicador en Whitehall.

A finales de 1827, Newman sufre una especie de colapso nervioso provocado por el exceso de trabajo y por los problemas financieros de la familia, agregado a esto la repentina muerte de su hermana menor, Mary, a principios de 1828. Hubo también un factor teológico crucial: su fascinación desde 1816 con los Padres de la Iglesia, cuyas obras comenzó a leer sistemáticamente en el tiempo de vacaciones de 1828. Esto se considera como su segunda enfermedad providencial.

El Movimiento de Oxford

Este movimiento trataba de demostrar que la Iglesia de Inglaterra era la descendiente directa de la Iglesia de los Apóstoles, lo que luego los llevó a reconsiderar la relación de la Iglesia de Inglaterra con la Iglesia Católica Romana. Newman argumentaba que la doctrina de la Iglesia, definida en el Concilio de Trento era totalmente incompatible con los Treinta y nueve Artículos del siglo dieciséis de la Iglesia Anglicana.

El año siguiente, Newman apoya y asegura la elección de Hawkins como preboste de Oriel, con preferencia a John Keble, una decisión de la cual se disculpó por el efecto que produjo en el Movimiento de Oxford, con todas sus consecuencias. En el mismo año fue nombrado vicario de St Mary's. Ese año Pusey es nombrado «Regius Profesor» de hebreo.

En esta fecha, aunque nominalmente relacionados con la doctrina evangélica, los puntos de vista de Newman fueron asumiendo progresivamente un mayor tono eclesiástico. Circuló entonces una carta anónima que sugería un método por el cual podría expulsarse a «Nonconformistas» del control de la sociedad. Esto dio lugar a su destitución del cargo, el 8 de marzo de 1830, y tres meses más tarde se retiró de la Sociedad Bíblica, completando así su separación de la «Low Church» de la Iglesia de Inglaterra. En 1832, se agudizó su diferencia con Hawkins en cuanto a la "naturaleza esencialmente religiosa" de un colegio y dimitió de ese puesto.

Últimos años como anglicano

En 1842 se retiró a Littlemore, y vivió bajo condiciones monásticas con un pequeño grupo de seguidores. Su vida fue de gran austeridad física, a la vez que de ansiedad. A sus discípulos les asignó la tarea de escribir sobre la vida de los santos ingleses, mientras que él escribía “Ensayos sobre el desarrollo de la doctrina cristiana”, y poco a poco fue reconciliándose con el credo y la liturgia de la Iglesia católica romana, gracias a sus estudios sobre la relación de la Iglesia de Inglaterra y la de Roma.

En febrero de 1843 publicó un anuncio anónimo en el Diario Conservador de Oxford, una retractación formal de todas las afirmaciones que pronunciara contra Roma. En septiembre predicó su último sermón como anglicano, retirándose de Santa María, en Littlemore.

Vuelta al catolicismo

Dos años después de dejar Santa María, en 1845 se dio cuenta de que sus argumentos sobre la relación de la Iglesia Católica Romana con la de Inglaterra eran más fuertes de los que pensaba, y rindiéndose ante la autoridad de su propia argumentación, se convirtió al catolicismo. Fue recibido oficialmente en la Iglesia el 9 de octubre de 1845, y ordenado sacerdote Católico el 1 de junio de 1847, en Roma.

Celebró su primera Misa el 5 de junio de 1847 En 1851 Henry Edward Manning, otro importante miembro del Movimiento de Oxford siguió los pasos de conversión de Newman (también acabará siendo nombrado cardenal de la Iglesia Católica).

Correcciones a sus antiguos dichos

Estableció en Londres el Oratorio de San Felipe Neri, con el padre Faber como su superior, y ahí dictaba cursos y conferencias sobre “La actual posición de los católicos en Inglaterra”

En 1877, cuando reeditaron sus trabajos del periodo anglicano, añadió a los dos volúmenes un largo prefacio y numerosas notas en las cuales criticaba y contraargumentaba sus asertos anticatólicos de la versión original.
En 1889, a los 88 años de edad, recibió del Papa León XIII la dignidad de cardenal, ingresando por tanto en el Colegio de Cardenales.

Muerte

Su última Misa la celebró el 25 de diciembre de 1889. Falleció al año siguiente, el 11 de agosto de 1890. Su epitafio dice Ex umbris et imagínibus in veritatem (Pasó de las sombras y las imágenes a la Verdad’).

Proceso de beatificación
Venerable

Declarado Venerable el 22 de enero de 1991 por el Papa Juan Pablo II

Causa para su canonización

En 1991 el cardenal Newman fue proclamado Venerable tras una minuciosa investigación de su vida y obras por la Congregación para las Causas de los Santos. Recientemente se ha cerrado la causa para su beatificación y canonización.

(Primero se declaran venerables (título que él ya tiene) al aprobarse el 'decreto de virtudes heroicas', luego beatos y por último santos (mediante la canonización)).

Para la beatificación es necesaria la comprobación de un milagro bajo su intercesión.

En 2005 el padre Paul Chavasse, responsable de la causa de canonización, anuncio: “al fin tenemos una cura milagrosa” ([1]). El milagro alegado ocurrió bajo la jurisdicción del arzobispado de Boston (EE.UU.), quienes tienen la responsabilidad de determinar su validez, si es confirmado.

El 3 de julio de 2009 la Santa Sede promulgó el decreto que atribuye un milagrosa su intercesión.

La ceremonia de beatificación tendrá lugar el 19 de septiembre de 2010 y será presidida por Benedicto XVI en el aeropuerto de Coventry (Inglaterra), dentro de la que será su primera visita a este país.

Influencias

Cuando murió la madre de J. R. R. Tolkien, ésta, que se había convertido al catolicismo algunos años antes de su muerte, dejó a Tolkien y a su hermano en manos del Xavier Morgan, sacerdote de la Iglesia Católica, que era del círculo de Newman.

A Newman habría que considerar como responsable, entre otros, de las conversiones al catolicismo de G. K. Chesterton y Ronald Knox, cuyas conversiones fueron parecidas a la de Newman, por cuanto estos tres personajes eran de una gran influencia en la Inglaterra de su época a la hora de su conversión

ULTIMAMENTE

Iglesia Católica se abre y busca acoger a los anglicanos
Compartir   El Vaticano anunció su disposición a acoger en la Iglesia Católica a todos los anglicanos que lo deseen y para ello ha aprobado una Constitución Apostólica (norma de máximo rango) que prevé, entre otras, la ordenación de clérigos anglicanos ya casados como sacerdotes católicos. | Ciudad del Vaticano, (EFE)
 La Plaza de San Pedro colmada de fieles en Ciudad del Vaticano. EFE
  
  Asimismo, la Constitución Apostólica contempla la concesión a los grupos anglicanos que vuelvan a redil de Roma de prelaturas personales, similares a los Ordinariatos Castrenses (obispos o prelados con competencias no territoriales), que permitirán a esos fieles entrar en plena comunión con Roma conservando su tradición.

Serán "católicos de rito anglicano, en la misma que los Uniatas, que son católicos de rito bizantino o los de las otras iglesias de rito oriental, que mantienen sus tradiciones y reconocen la autoridad del Papa", precisaron a Efe fuentes vaticanas, que señalaron que aunque no es la primera vez que un anglicano se pasa a la Iglesia de Roma, ahora se trata de parroquias, grupos enteros.

El anuncio de la disponibilidad del papa Benedicto XVI a acogerlos lo hicieron hoy el cardenal William Joseph Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y el arzobispo Joseph Di Noia, secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

Levada precisó que con esta normativa el Vaticano responde "a las numerosas" peticiones hechas a la Santa Sede por grupos de clérigos y fieles anglicanos de diferentes partes de mundo "que desean entrar en la plena y visible comunión" con la Iglesia Católica.

De momento se desconoce el número exacto de anglicanos que desean pasarse a Roma, aunque según fuentes vaticanas puede rondar sobre el medio millón.

Levada y Di Noia dijeron que en estos momentos hay entre 30 y 50 obispos anglicanos y un centenar de parroquias que han mostrado su deseo de entrar en la Iglesia de Roma, que abandonaron en 1534 cuando el rey inglés Enrique VIII no logró del papa Clemente VII la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón y creó la Iglesia de Inglaterra, de la que se proclamó jefe.

Para facilitar el ingreso o regreso, Benedicto XVI ha aprobado una estructura canónica que prevé la creación de "Ordinariatos personales", es decir que las comunidades anglicanas que entren en la Iglesia Católica dependerá de un obispo particular y no del diocesano.

Esas comunidades conservarán su patrimonio espiritual y litúrgico anglicano y su prelado personal será elegido de entre ese clero.

La Constitución Apostólica será publicada próximamente y según precisó Levada contempla la posibilidad de la ordenación de clérigos casados anglicanos como sacerdotes católicos, pero que "razones históricas y ecuménicas" no permiten la ordenación de hombres casados como obispos, tanto en la Iglesia Católica como en la Iglesia Ortodoxa.

Los seminaristas anglicanos estudiaran junto a los católicos y no se descarta que los seminaristas casados anglicanos sean ordenados sacerdotes católicos, aunque se estudiarán caso por caso.

La Constitución Apostólica contempla que el jefe de esa prelatura pueda ser un sacerdote o un obispo no casado.

Los Ordinariatos personales se crearán según las necesidades, previa consulta con las conferencias episcopales locales (de cada país de donde procedan esos grupos).

El cardenal encargado de la defensa de la ortodoxia de la fe católica precisó que esta medida del Vaticano está en línea con el compromiso para el diálogo ecuménico.

En ese contexto, a la misma vez que en Roma se hacia el anuncio, en Londres, el jefe de la Iglesia Anglicana, Rowan Williams, y el arzobispo católico de Westminster, Vincent Gerard Nichols, hicieron público un comunicado conjunto en el que se resaltó que con esta medida se pone fin a un periodo de incertidumbre para esos anglicanos que han querido abrazar la fe católica.

En el comunicado se precisó asimismo que la medida no dañará las relaciones entre ambas iglesias.

Los anglicanos son unos 77 millones y en los últimos años su iglesia ha vivido momentos de crisis y de fuerte división interna, debido a la ordenación de mujeres como obispos y de homosexuales declarados también como obispos y la bendición de los matrimonios entre personas del mismo sexo.

En 2007 el obispo australiano John Hepworth, que lidera la "Traditional Anglican Communion", ya solicitó la "plena comunión eclesial y sacramental" con Roma, un gesto sin precedentes ya que toda comunidad cristiana nacida de la reforma protestante pedía su vuelta a Roma.

La "Traditional Anglican Communion" asegura que cuenta con medio millón de fieles y numerosos sacerdotes repartidos por todo el mundo. EFE