ADORACIÓN Y LUCHA ESPIRITUAL
“Sed sobrios, y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quien devorar” (1 Pe 5,6-8)
1. Reflexión
Todo hombre que quiera ser fiel a Cristo tendrá que librar una verdadera lucha espiritual. La Palabra de Dios habla de la existencia de esta lucha real e invisible en la que participan seres espirituales: Jesucristo y los suyos, por un lado, Satanás y sus secuaces por otros. Es la lucha del bien contra el mal, de la luz contra las tinieblas, de pelear contra Cristo. Cada ser humano, lo quiera o no, le guste o no, se ve afectado por este combate, cuyo final ya está sentenciado, desde el momento en que Jesucristo, con su muerte en cruz, derrotó de una vez y para siempre, a todos los poderes de las tinieblas.
Cuando el hombre nace a una vida nueva, que es la vida del Espíritu, y comienza a vivir como hijo de Dios, va adquiriendo conciencia de esta realidad en función de su crecimiento espiritual. La Palabra de Dios afirma de forma contundente que “nuestra lucha no es contra la carne o la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas” (Ef 6,12). Y ante tal combate, la misma Palabra de Dios nos nuestra el camino de la victoria: “Fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo” (Ef 6, 10-11). La clave está, por tanto, en fortalecerse en el Señor y revestirse de las armas de Dios, que el apóstol Pablo detalla en los versículos siguientes (cf. Ef 6,12-18).
En el combate espiritual la adoración juega un papel muy importante. Por un lado, como lugar de defensa y protección por excelencia, donde el cristiano se mantiene a salvo y lejos del alcance de sus enemigos; por otro lado, como lugar de preparación para entablar batalla contra los enemigos y derrotarlos con el poder y la autoridad que el discípulo tiene en el nombre de Jesucristo. Es lo que hicieron los doce y aún los setenta y dos, cuando después de haber sido enviados por el Señor, regresaron contentos donde el Señor y le dijeron: “Señor hasta los demonios se nos someten en tu nombre” (Lc 10,17)
Efectivamente, la adoración es refugio frente a los enemigos espirituales, ya que no pueden soportarla y al mismo tiempo la temen. Saben que cuando el hombre se postra a los pies del Señor nada pueden contra él y por eso intentan, por todos los medios, apartar al cristiano de su fuente de poder y protección, que es Jesucristo. Lograr que un discípulo de Jesús deje de permanecer en el Señor es victoria deseada por sus enemigos. Ya decía el Maestro: “Separados de mi, no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). Además la adoración es un camino seguro de renovación, crecimiento y fortaleza en el Señor y, en definitiva, de mayor presencia del Señor en la vida del discípulo. Sólo el Señor conoce con exactitud el valor de la verdadera adoración para el crecimiento espiritual del cristiano, pero lo cierto es que sus palabras sobre este misterio son frecuentes y no dejan lugar a duda..
A través de la adoración el cristiano también es revestido con la armadura de Dios y preparado para realizar el combate, personal o en equipo, al que el Espíritu le guía en cada situación, para avance del Reino y gloria de Dios; una lucha en la que participan también la Iglesia triunfante y los ejércitos celestiales –por algo son llamados así-, a las órdenes de nuestro común Rey y Señor. El adorador, revestido de la santidad y armadura espiritual tiene asegurada la victoria contra sus enemigos, luchando con moral de victoria y viéndose honrado por el privilegio de poder poner a los pies de su Señor las victorias que sólo el poder de su Rey consigue, siendo testigo de que se cumple la palabra que está escrita y que dice: “Harán la guerra al Cordero, pero el Cordero, como es Señor de Señores y Rey de Reyes, los vencerá en unión con los suyos, los llamados y elegidos y fieles” (Ap 17,14).
2. Palabra profética
Si mis discípulos son fieles a la adoración, los enemigos nada podrán contra ellos, pues no les está permitido acercarse a mi tienda. Aquí, durante la adoración, mis discípulos son revestidos de santidad, ante la cual los enemigos no pueden resistir porque a ellos les está negada.
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