A medida que Dios transforma el alma a Su semejanza, su vida le es comunicada más copiosamente. |
Él los persigue sin descanso, les protege, Él mismo se sienta a su puerta, y se deleita a Sí mismo en estar con ellos y en llenarlos con las marcas de su amor. |
LA VIDA EN DIOS
No hay más que se ha de decir aquí
de los niveles; el de la gloria siendo
todo lo que queda, todos los recursos
siendo dejado atrás, y el futuro
consistente en nuestro disfrutar de un
infinito manantial de vida, y ésta, más
y más abundantemente. (Juan 10:10)
A medida que Dios transforma el alma a
Su semejanza, su vida le es
comunicada más copiosamente. El
amor de Dios hacia la criatura es
incomprensible, y su diligencia
inexplicable; algunas almas Él
persigue sin descanso, les protege, Él
mismo se sienta a su puerta, y se
deleita a Sí mismo en estar con ellos y
en llenarlos con las marcas de su amor.
Él imprime este casto, puro, y tierno
amor sobre el corazón. San Pablo y San
Juan el Evangelista, sintieron al
máximo este afecto maternal. Pero
para que sea como lo he descrito, debe
de ser dado al alma en el estado de
gracia del que acabo de hablar; de otra
manera, tales emociones son
puramente naturales.
La oración del estado de fe es un
absoluto silencio de todos los poderes
del alma, y un cese de toda obra, por
delicada que sea, dirigido
especialmente hacia su fin. El alma es
ese estado, no pudiendo percibir más
oración, y no siendo capaz de separar
16 unos tiempos fijados para ella, ya que
todos los tales ejercicios han sido
arrebatados, es guiada a pensar que ha
perdido por completo toda clase de
devoción.
Pero cuando la vida regresa,
la oración vuelve con ella, y
acompañada de una maravillosa
facilidad; y a medida que Dios toma
posesión de los sentidos y facultades,
su devoción se vuelve dulce, tierna, y
muy espiritual, pero siempre para
Dios.
Su anterior devoción la hacía
sumergirse en su propio interior, para
poder disfrutar a Dios, sin embargo
aquello que ahora posee, la saca del
yo, de tal manera que pueda estar más
y más perdida y cambiada en Dios.
Esta diferencia es bastante acusada,
y solo se puede lograr (entender) por
la experiencia. El alma está callada en
el estado de muerte, sin embargo su
quietud es estéril, y acompañada de un
desesperado divagar, el cual no deja
señales de silencio excepto la
imposibilidad de dirigirse a Dios, ni
con labios ni con corazón. Pero tras la
resurrección, su silencio da fruto y es
asistido por una unción en
sobremanera pura y refinada, la cual
es deliciosamente difuminada por los
sentidos, pero con tal pureza, que
ocasiona no poder resistirla y no
conlleva impureza alguna.
Es ahora imposible para el alma el
tomar lo que no tiene, o desprenderse
de lo que tiene. Recibe con una pasiva
voluntad cualquier impresión que se
realiza sobre ella. Su estado, aunque
sobrecogedor, estaría libre de
sufrimiento, si Dios, que la hace mover
hacia ciertas cosas libres, le otorgara la
necesaria correspondencia.
Pero ya que su estado no lo va a soportar,
se hace necesario que lo que Dios desea
que ella tenga, le sea comunicado por
medio de sufrimiento.
Sería incorrecto que tales personas
dijeran que ellas no desean estos
medios; que solo desean a Dios.
Él está preocupado de que estas personas
deban de morir a cierto soporte
interior del yo, el cual les hace decir
que solo desean a Dios, y si ellos
rechazaran estos medios, ellos mismos
se apartarían del orden de Dios, y
pondrían bajo arresto a su progreso.
Sin embargo al ser otorgados
sencillamente como medios, aunque
fructíferos en gracia y virtud, a pesar
de ser secretos y estar ocultos,
finalmente desaparecen cuando el
alma se encuentra unida a los medios
en Dios, y Él se comunica a sí mismo
directamente.
Él se comunica a sí mismo directamente. |
Entonces Dios retira los
medios, sobre los cuales ya no
imprime más movimientos en la
dirección de la persona a la cual están
sujetos; pues puede que entonces
sirvieran como impedimento, al ser
por fin reconocida su utilidad. Por
consiguiente el alma ya no puede tener
lo que tenía, y permanece en su
primera muerte con respecto a ellos
(los medios), aunque aun están
estrechamente unidos entre sí.
En este estado de resurrección llega
ese silencio inefable, por el cual no
solo subsistimos en Dios, sino que
tenemos íntima comunión con Él, y el
cual, en un alma muerta así a su
propio obrar, y muerta a su
generalizada y fundamentalizada
forma de auto-apropiación del yo, se
convierte en un flujo y reflujo de la
comunión divina, con nada que
mancille su pureza; pues no hay nada
que lo impida.
Entonces el alma se vuelve en una
partícipe de la inefable comunión de la
Trinidad, donde el Padre de los
spíreitus imparte su fecundidad
espiritual, y la hace un espíritu con Sí mismo.
Aquí es cuando tiene comunión
íntima con otras almas, si ellas
son lo suficientemente puras para
recibir sus mensajes en silencio, de
acuerdo a su nivel y estado; aquí,
cuando los inefables secretos son
revelados, no por una momentánea
iluminación, sino en Dios mismo,
donde todos ellos están escondidos, no
poseyéndolos el alma para sí misma,
ni tampoco ignorándolos.
aquí, cuando los inefables secretos son revelados, no por una momentánea iluminación, sino en Dios mismo |
Aunque con esto he dicho que el
alma tiene entonces algo nítido
(discernible), sin embargo no es nítido
en referencia a sí misma, sino a
aquellos con los cuales tiene íntima
comunión; porque lo que dice es dicho
naturalmente y sin atención, pero
parece extraordinario a los oyentes,
quienes, no encontrando ese algo en
ellos, a pesar de que pudiera estar allí,
lo consideran algo nítido y
maravilloso, o quizás fanático.
Las almas que todavía están habitando
entre los dones, tienen iluminaciones
nítidas y momentáneas, empero estos
últimos solo tienen una luz general,
sin los rayos definidos, la cual es Dios
mismo; de allí ellas extraen lo que
quiera que necesitan, lo cual es nítido
cuando quiera que es solicitado por
aquellos con los cuales ellas están
conversando, pero después no queda
nada de eso junto a ellas.
LA TRANSFORMACIÓN
Hay miles de cosas que se podrían
decir acerca de la vida interior y
transformadas en Él; pero no les cuesta
nada, ya que ellas lo sacrificarán todo
a Él sin repugnancia.
Dios destina a estas almas para el auxilio de otras en las más enrevesadas sendas |
Los más pequeños sacrificios son los que más cuestan |
Los más pequeños sacrificios son
los que más cuestan, y los más grandes
los que menos, pues éstos no son exigidos
hasta que el alma está en un estado
que le permite admitirlos sin
dificultad, para lo cual tiene una
tendencia natural. Esto es lo dicho de
Jesucristo de su venida al mundo;
“‘Entonces dije: "He aquí, yo vengo. En el
rollo de pergamino está escrito acerca de
mí: 'El hacer tu voluntad, oh Dios mío, me
ha agradado; y tu ley está en medio de mi
corazón.'" (Salmo 40: 7, 8.)
Tan pronto como Cristo llega a cualquier
Alma para convertirse en su principio
viviente, Él dice lo mismo acerca de
ella; Él se convierte en el eterno
Sacerdote que sin cesar lleva a cabo
dentro del alma su función sacerdotal.
En verdad esto es sublime, y continúa
hasta que la víctima es llevada a gloria.
Dios destina a estas almas para el
auxilio de otras en las más
enrevesadas sendas; pues, no teniendo
más inquietud ya con respecto a sí
mismas, ni teniendo nada que perder,
Dios las puede usar para introducir a
otras al camino de su pura, desnuda y
segura voluntad. Aquellos que todavía
están poseídos por el yo, no podrían
ser usados para este propósito; ya que,
no habiendo entrado aun en un estado
en el cual ellos siguen ciegamente la
voluntad de Dios por sí mismos, sino
siempre mezclándola con sus propios
razonamientos, y falsa sabiduría, de
ninguna manera se encuentran en una
condición como para ocultar nada al
transmitirlo a otras almas de una
manera ciega.
Cuando digo “ocultar nada”, me
refiero a aquello que Dios
desea en este momento; porque con
frecuencia Él no nos permite mostrar a
una persona todo lo que les es de
estorbo, y lo que nosotros vemos debe
de pasar de largo con respecto a esa
persona, excepto en términos
generales, ya que ésta no lo puede
sobrellevar. Y aunque algunas veces
puede que digamos cosas duras, como
Cristo dijo a los Cafernaítas, a pesar de
ello Él otorga una fuerza secreta para
soportarlo; al menos así lo hace con
aquellas almas a las cuales ha elegido
exclusivamente para Él; y este es el
quid de la cuestión.
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