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domingo, 3 de octubre de 2010

Interceder con fe

INTERCESORES CON CRISTO

“Hágase en vosotros según vuestra fe” (Mt 9,29)

Interceder con fe

¿Cómo medimos nuestras palabras cuando oramos? ¿Con qué medida, la de Dios o la del sentido común humano? El intercesor está llamado a ser osado, a orar por cosas imposibles, porque “ninguna cosa es imposible para Dios” (Lc 1,37). Por esto Jesús afirmó que “todo es posible para quien cree” (Mc 9,23). A veces somos demasiado disciplinados y prudentes, y respetamos las leyes que rigen la vida física porque  a final de cuentas, como solemos decir, ‘son leyes que Dios estableció’. De esta manera, si hay alguien con una enfermedad incurable pensamos que no merece la pena orar por su salud. Olvidamos que además de esas leyes físicas existen unas leyes espirituales, según las cuales Jesucristo tiene toda autoridad y poder sobre la Creación, y comparte su autoridad con los creyentes. Además, en el caso de una enfermedad, por muy incurable que sea para los médicos, puede ser que el propósito de Dios sea diferente del que nuestro sentido común humano nos dicta, pues Dios bien puede querer la salud. ¿Acaso no curaba Jesús a los enfermos? ¿O eso son sólo historias de antaño? Si no son en la misma medida, -o mayor todavía- historias de hoy, la culpa tenemos que achacarla a la falta de fe de los que nos decimos creyentes.

Si a veces ni siquiera somos capaces de orar en voz alta por situaciones difíciles delante de otros, se debe a que no somos capaces de comprometer nuestra fe. Pero tenemos que recordar que no somos nosotros los que vamos a cambiar ninguna situación, sino Dios. No está en juego nuestra fe en el cambio de la situación cambie, sino nuestra fe en Dios. Si nuestros ojos se ciñen a las circunstancias, podemos vacilar; pero si mantenemos “fijos los ojos en Jesús” (Hb 12,2) todo será posible.

Jesús reprendió en más de una ocasión a los discípulos por su falta de fe: Algo que debía acontecer no ocurrió;  y sucedió así por la falta de fe de los discípulos. El hecho que nos debe hacer reflexionar es que el Señor Jesús esperaba de ellos que pusiesen la fe en marcha, y cuando no lo hicieron se mostró bastante decepcionado. Nos podríamos preguntar: ¿de qué formas, como intercesor, estoy decepcionando al Señor, no poniendo la fe en práctica?

La fe ocupó una parte importante en la enseñanza y en el entrenamiento que el Maestro tuvo con los discípulos. Él decía: “Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: ‘Quítate y arrójate al mar’ y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis” (Mc 11,23-4).

Esta es la fe que tiene que acompañar nuestra intercesión, una fe capaz de mover montañas, capaz de cambiar situaciones que parecen inamovibles. Interceder es una forma de practicar la fe. De hecho, si desarrollamos el ministerio de intercesión, el Señor puede darnos los carismas del Espíritu que ayudarán a que nuestra intercesión crezca. Uno de estos carismas, el carisma de fe (cf., 1 Co 12,9) es un don particular del Espíritu para aplicar en situaciones concretas. El Señor no va a fallar, y él espera que nosotros tampoco le fallemos.


Palabra profética – Testimonios


Visión, durante la intercesión, de un pulsador rojo en el que se leía: FE. Acompañan a la visión unas palabras que dicen:

"Mi poder está ahí, pero se pone en marcha cuando movidos por la fe apretáis el pulsador. Una vez más os recuerdo: No os entretengáis en naderías. Habéis sido elegidos para una misión mucho más importante. No os limitéis a hacer las cosas que muchos están haciendo."

"No tengáis miedo a que os juzguen y os critiquen porque no hacéis lo que ellos hacen. Haced lo que yo os mando. Vuestra misión, hoy, en la Iglesia, es la intercesión. No penséis con criterios humanos. Dejad que mi Espíritu gobierne vuestra mente y vuestro corazón."

 



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